Por: Señorita Pepis / septiembre 2016
Hojeando las revistas de sociedad me doy cuenta que, asiduamente, nos ofrecen noticias de nuevas parejas en las que uno de los integrantes es mucho mayor que el otro. Algo que, a base de publicitarlo, parece haberse convertido en una nueva moda, pero no es así.
Siempre han existido hombres viejos pero adinerados o con poder, con o sin atractivo que han necesitado de la compañía de mujeres jóvenes y guapas, como si con ello se les fuera a pegar un poco de juventud. Antes, cuando estaba mal visto divorciarse solían mantener la familia unida y llevaban una doble vida, situación de la que la esposa oficial muchas veces estaba al tanto y sufría en silencio, si no disponía de recursos propios para mandar al marido a freír espárragos
En cuanto a las amantes de estos hombres, en la mayoría de los casos pregonan su amor a los cuatro vientos, explicando que se sienten seguras, protegidas, etc. Aunque en muchos casos podría ser su abuelo o, con un poco de suerte, su padre; que les ofrecen una vida de opulencia a cambio de… largas noches de “pasión” (alguna pega debía tener) donde los pellejos del “abuelo” danzan al ritmo que marcan los espasmos, consecuencia de la dosis de “pastillitas azules” , que en muchos casos, y ni por esas, hacen que el anciano pueda estar a la altura. Pero… eso son minucias, porque suplen sus carencias colmándolas de regalos, viajes, vestidos caros, y con ellos, pueden acceder a un nivel social inalcanzable de otra manera.
No voy a entrar en supuestos problemas de personalidad, que según algún experto explicarían que a los hombres maduros que salen con jóvenes les falta seguridad para establecer una relación de igual a igual, o que ellas buscan en ellos no perder la figura paternal, etc., etc., etc. porque yo no creo demasiado en eso… pero sí en la ambición.
No suele darse el caso que una joven belleza se enamore de un hombre anciano que solo disfrute de una pequeña pensión con la que sobrevivir, que únicamente pueda ofrecerle viajes con el Imserso y que únicamente pueda regalarle ropa de Lidl. Dos personas con la misma edad, parecido atractivo y, sin embargo, el rico se convierte automáticamente en un hombre muy interesante, y el que no tiene dinero, no pasa de ser un “pobre hombre”. Relaciones sentimentales, en el primer caso aplaudidas por la sociedad, y en el otro criticadas por lo que entendemos “parejas contra natura”.
Así que, yo, que soy de la opinión que cada persona puede hacer con su cuerpo lo que le dé la gana, me cuesta en muchos casos hablar de este tipo de relaciones como si fueran historias de amor, aunque con el tiempo, la cotidianidad pueda generar un cierto afecto.
Pero… ¿y las mujeres?, ¿qué sucede cuando una mujer se “enamora” de un toy boy? Fatal, porque en pleno siglo XXI sigue sin estar bien visto. Algunas famosas, asiduas en la prensa de sociedad, se atreven a aparecer con los llamados “yogurines”… pero son minoría.
Se habla de las MILF, de las cougar, -término inglés que nosotros sustituimos por “asaltacunas” y que se utiliza de una manera despectiva- para denostar a las mujeres que, teóricamente, van “a la caza” de hombres más jóvenes que ellas. En este caso no se habla de enamoramiento, sino de relaciones que tienen que ver con el atractivo físico y el sexo. Curiosamente, pocos son los que creen en el amor entre una mujer madura y un jovencito, y por supuesto, es mucho más vituperado.
Pero, afortunadamente, cada día más las mujeres nos atrevemos a establecer relaciones que nos resulten placenteras, separándolas de lo que entendemos por “amor”. ¿No es eso lo que hacen los hombres? ¿Acaso no vivimos en una sociedad con igualdad de oportunidades?
Y para terminar diré que yo respeto profundamente a las mujeres que voluntariamente (y digo voluntariamente) quieran ejercer la profesión más antigua del mundo a cambio de dinero, pero no a las que la disfrazan utilizando la palabra amor.