Yo sobreviví a los premios Gaudí


Por: Señorita Pepis  /  febrero 2015

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Los Premios Gaudí o de la academia de Cine Catalán son jóvenes, tienen sólo 6 años de existencia, y reconocen las mejores producciones catalanas. Lo de llamarse premios Gaudí es obvio y es que se homenajea al genial arquitecto catalán Antonio Gaudí.

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La edición de este año se ha realizado en el Club Sant Jordi, un espacio anexo al Palau Sant Jordi, que se suele utilizar para eventos varios. Aquí problemas de espacio no existen puesto que las instalaciones son inmensas, pero es absolutamente funcional y la calidez brilla por su ausencia.

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Y eso es lo que echamos en falta los medios que tuvimos que cubrir la entrega de estos galardones. A la organización no se le ocurrió otra sandez que montar la “catifa vermella” o alfombra roja al aire libre. El cielo fue nuestro techo y, como me imagino que hay que ahorrar, ni siquiera pusieron alguna estufa de esas modernas que se suelen poner en las terrazas de los locales públicos.

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Casi morimos congelados. El viento racheado nos fue convirtiendo, a medida que pasaban las horas, en auténticos témpanos de hielo hasta el punto que en nuestra semiinconsciencia (a punto de pasar ya a la hipotermia grave) nos preguntábamos si en vez de estar cubriendo unos premios cinematográficos y deleitándonos con los vestidos de las estrellas, con lo que ello conlleva calidez, glamour y alegría, estábamos ascendiendo el Everest.

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Después de tres horas y media cuando nuestros dedos estaban a punto de caer a trozos la organización dijo: ¡Chicos sólo faltan los políticos! Si hubiéramos podidos movernos habríamos aplaudido y es que llegaban los que son las vivas fuerzas catalanas capitaneados por el presiden Artur Mas.

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Y apareció con su sonrisa congelada que es casi un rictus. Aparentemente feliz, se plantó delante de los medios de comunicación y lo dijo, tuvo que decirlo: “¡Que frío hace! Bueno, pero ahí donde estáis vosotros, como estáis juntos, hace menos frio”. Un metro nos separaba de él y sufríamos una corriente lateral que provenía de una puerta abierta, de par en par, que casi nos impedía respirar. Y él siguió sonriendo más. Nos despejamos de golpe, nuestros ojos se convirtieron en platos y empezaron a saltar chispas porque se necesita tener lo que ponen las gallinas para soltar semejante tontería.

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Yo quise obsequiarle con un ¡olé, olé¡ Porque me sentí toreada como si fuera un miura y, por un momento, me entraron ganas de cornearle. Pero enseguida lo vi claro. A este hombre hay que aplaudirle porque es único en tergiversar la realidad como sólo los políticos saben hacerlo. Esta tan acostumbrado a caminar por el alambre que se ha convertido en un equilibrista. Y eso ¡uff! tiene mucho mérito.

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Como los profesionales que posaron para los medios, también, se “pelaron” de frío, espero que para la próxima edición tomen notan los organizadores y nos ayuden a incrementar las carencias que ya padecen los muy sufridos reporteros.

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Así que hoy mi cerebro sigue aletargado, mis neuronas se mueven a cámara lenta, sigo somnolienta y congelada. Hasta que me recupere, sólo dejo las imágenes de una gala que nos ha convertido a todos los que la cubrimos en héroes a la misma altura que los que defendieron  a Cataluña del “supuesto” invasor, allá por el año 1714, tan presente en la actualidad.

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Reivindicamos un lugar en ese museo del Borne dedicado a los patriotas. Deseo contar al mundo que soy (Señorita Pepis) una superviviente de la VI Gala de los Premios Gaudí de Cinematografía y reivindico que me rindan pleitesía.